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El hombre que amaba las islas es un libro que no se olvida fácilmente. Su autor, D.H. Lawrence, escandalizó con sus novelas a la sociedad inglesa de su tiempo, siempre tan puritana e hipócrita que llegó a prohibir sus libros libros hasta 1960 (no es broma, no).
No les falta razón a quienes han calificado a Lawrence como un profeta o un místico. En sus escritos siempre hay una radical reivindicación de lo natural y lo original, una feroz defensa del instinto y en la fuerza del erotismo como forma de conocimiento y de identificación con el cosmos.
El libro contiene tres magníficos relatos. La mujer que se alejó a caballo cuenta la historia de una norteamericana intrépida abandona a su familia en busca de emociones fuertes, del misterio antiguo y salvaje de los indios chilchui.
El gallo huido, escrito poco antes de su muerte, es una revisión de la resurrección de un Cristo que, tras su muerte y resurrección, carece de la fuerza y la convicción necesaria para llevar a cabo su papel de salvador.
El hombre que amaba las islas, el último, el que da título al volumen y el que hemos elegido para leer en clase, es un desasosegante relato planteado como un cuento de hadas, una alegoría de los peligros que acechan al hombre cuando se aisla del mundo.
Lawrence, además de detractores, ha influido poderosamente en grandes escritores de su siglo: Auden, Lawrence Durrel o Henry Miller han admirado su prosa. Nosotros también nos hemos dejado seducir por ella.
No les falta razón a quienes han calificado a Lawrence como un profeta o un místico. En sus escritos siempre hay una radical reivindicación de lo natural y lo original, una feroz defensa del instinto y en la fuerza del erotismo como forma de conocimiento y de identificación con el cosmos.
El libro contiene tres magníficos relatos. La mujer que se alejó a caballo cuenta la historia de una norteamericana intrépida abandona a su familia en busca de emociones fuertes, del misterio antiguo y salvaje de los indios chilchui.
El gallo huido, escrito poco antes de su muerte, es una revisión de la resurrección de un Cristo que, tras su muerte y resurrección, carece de la fuerza y la convicción necesaria para llevar a cabo su papel de salvador.
El hombre que amaba las islas, el último, el que da título al volumen y el que hemos elegido para leer en clase, es un desasosegante relato planteado como un cuento de hadas, una alegoría de los peligros que acechan al hombre cuando se aisla del mundo.
Lawrence, además de detractores, ha influido poderosamente en grandes escritores de su siglo: Auden, Lawrence Durrel o Henry Miller han admirado su prosa. Nosotros también nos hemos dejado seducir por ella.
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